Gracias

AL OTRO lado. Mirando alrededor. Intentando colocar las piezas, que son las mismas, pero ocupan otro lugar en el mundo. Los demás van y vienen, con prisas, y tú observas sus movimientos. Y los tuyos. Porque cuando estás al otro lado y te conviertes en el protagonista de esa película que has vivido otras veces desde fuera, percibes la realidad con extrañeza, con estupor, con rabia, con miedo, con tristeza, en compañía, desde una profunda soledad.

El afecto. Esa fuente de energía tan poderosa, es realmente un valor que eres capaz de apreciar desde las primeras ondas, desde el primer abrazo, desde el primer minuto detenido en la vida de alguien que piensa en ti y que lo deja todo para ir a abrazarte, a entenderte, a escuchar, o a callarse a tu lado.

Las agendas de los demás se reestructuran y entras tú, donde no estabas, en un hueco preferente e irrenunciable. Lo intuía. Pero ahora he comprobado lo importantes que son los demás en los procesos de dolor, en los procesos de pérdida, donde la ausencia se instala para siempre en algún lugar de la tierra por la que tú transitas, ya inseguro, procurando reconocer los mismos sitios, hoy tan distintos. Y es que la vida sigue, como una apisonadora. Llores o no. Respires o no. Se muera tu padre o no. La rueda continúa. Pero los demás también. Y son ellos los que sujetan tu corazón vacío, lleno de ausencia, sin respuestas, son ellos los que te recuerdan que además del dolor, inevitable, aún queda mucho amor donde acurrucarte. Gracias a todos los que entendisteis el desgarro, la pena, a los que nos acompañasteis, cada uno a su manera, gracias a los que detuvisteis la inercia de la noche, o del día, los compromisos, los trabajos, las reuniones, las citas, las cenas, las comidas, para hacernos sentir menos solos.Gracias a los que escribisteis y a los que hablasteis. A los que corristeis despavoridos. A los que recordasteis. A los que se os escapó una sonrisa recordando. A los que llorasteis con nosotros. A los que llorasteis solos. A los que entendisteis que no era el momento. O que sí lo era. Porque la oscuridad no es tan densa si entra la luz por algún lado. Y el afecto, esa caricia que nos hace sentir a veces más, a veces menos pequeños, abrió rendijas en un cuarto oscuro, casi imposible de iluminar. De corazón. Gracias a todos.